A China llega un Juan Martín totalmente transformado en
'comerciante': de cabello largo y barba como los chinos. Y con un
apellido que también suena a chino: 'Moi'. Pero el país está prohibido a
los misioneros. Va a tener que actuar con astucia. Arrastrarse en los
campos de maíz para esconderse. Atravesar a pie altas montañas y a nado
varios ríos.
Durante 10 años Moye vivirá lo que no dejó de repetir a las Hermanas:
asumir los riesgos que exija una buena obra con confianza en la
Providencia. Entre benevolencia y traición estará a merced de la gente.
Hasta en su deseo, Juan Martín se entrega a Dios. "No me prometí
convertir primero muchas almas sino hacer y sufrir en China lo que Dios
quisiera."
Juan Martín es un infatigable caminante y su parroquia es tan extensa
como Francia y España juntas. En el camino los chinos lo detienen y lo
golpean. "A veces tenía tanto miedo que no sentía el dolor." Entre dos
vigías celebra la misa, instruye, exhorta. Observa también, escucha,
aprende costumbres, nociones jurídicas cuya sabiduría reconoce. En el
contacto con la gente perfecciona rápidamente su chino, hasta el punto
de escribir bellos textos de oración en este idioma.
Moye desarrolla varias intuiciones que tuvo en Europa. En primer
lugar, en esa época en la que las mujeres no tienen casi derecho a la
palabra y ciertamente no en las asambleas, él quiere apoyar su trabajo
en jóvenes chinas. Excelentes catequistas, son también voluntarias en
casos de hambrunas y pestes. Y bautizan a millares de moribundos, y a
muchos niños. Como siempre, allí donde otros no ven sino debilidades,
Juan Martín ve en los niños el germen de una gran fuerza. Lucha para que
se les reconozca el derecho al bautismo, al dinamismo del Espíritu.
En otras partes lucha contra prácticas usureras fuertemente
implantadas en China y que impiden a los pobres salir del círculo
infernal de las deudas. En un pequeño seminario en la montaña consagra
tiempo a la formación del clero local.
En 1783, después de 10 años de trabajo, agotado por varias
enfermedades, Moye vuelve a embarcarse para Francia. Allá, durante 10
años más va a recorrer de nuevo las escuelas de las Hermanas, tentadas a
veces por la vida fácil.
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